un día perfecto
debería
no tener relojes
debería
despuntar siempre entre tus dedos
y (des)vestir(nos)
de libertades ensoñadas
debería
transcurrir sin apuro por nimiedades
por la gota de vino
y el último rastro de jazmines
en el aire manso de la madrugada
debería
ser cómplice de los secretos musitados
y de las bandadas
y de los insectos blandos que transitan
otros mundos
debería tener el color
el sabor
la maravilla
de lo inesperado
y
no huir
cobarde y cabizbajo
entre tanta miseria desbordada
en el
entretiempo
Silvia Piccoli – 28 de octubre de 2013
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