que fuera éste
el primer pecado de la humanidad
si es que puede llamarse pecado
al irrefrenable impulso
de esta carne
hacia tu carne
la involuntaria llamada del músculo y del nervio
en la frontera que invade la locura
cuando te precipitas como
un pájaro ciego
sobre mis planicies
que alguien condene este pecado
este ahogarse de mi noche en alas
tras un rastro empecinado
de sudor
tuyo
esta desazón de río mustio si te siento lejos
esta muerte a tragos cortos
la urgencia clandestina de absorberte preso
en un solo sitio
en toda esta extensión
que me diga alguien cómo
he de volver de ti, si estoy
a tiempo de redimirme
de nosotros
Silvia Piccoli – Enero 2014