Si el mundo se ha movido
de tal modo
que vos y yo
podamos encontrarnos,
qué importa que
aquí reine la Luna
y allá
nazca otro día,
y que
parezca imposible que lleguen
las señales.
Ni que yo ronde
insomne
por la casa dormida mientras
estás despierto:
el pensamiento
nunca supo de puntos
cardinales.
En occidente el cuerpo
y los afanes
y en oriente lo vital:
mi luz, mis sueños y
los latidos de mi sangre.
Qué más da que ahora
los relojes
desincronicen al unísono sus
monótonos compases
si te has vuelto
contundente realidad que
desafía
vaticinios y órdenes
imperturbables.
Silvia Piccoli - Noviembre 2010
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