Qué más da:
ni palabras indemnes
ni promesas
esquinadas a los sueños,
ni pájaros azules
ni eco de hadas…
Que las palabras
no se hicieron carne:
la traición ha sido
inevitable,
y los cristales
ensañaron sus aristas
hasta tatuarme lágrimas
-no hay brindis
no habrá vino
ni buenos deseos-
Y en cuanto a los pájaros…
¡Ah, los pájaros!
Anidados más allá del cielo,
calados en el terror
de la tormenta,
despojados,
han vuelto
fieles al llamado del mismo sueño
detenido
en la ventana.