jueves, 14 de febrero de 2013

Un desnudo


“un hombre desnudo no es más que un hombre desnudo”
Julio Cortázar


No puede usted saber,
Cortázar
del vértigo ni de la prisa:
dedicado como ha sido al cuerpo desnudo
de una mujer desnuda,
como se ocuparon Benedetti, Galeano y otros grandes
antes o
después
-qué más da.

No diga,
Julio,
no diga “no es más que”:
pues sin dudarlo
yo diría que usted,
desnudo,
es menos civilizadamente Julio
y más genuinamente Cortázar,
tal y como
la posteridad hoy prefiere recordarlo.

Y sólo piense, por caso,
cómo cada vez ha sido usted
algo más
que un hombre desnudo
cuando, con la mujer desnuda junto a usted,
no sólo hacía de ella algo más
que un cuerpo de mujer desnuda:

también urdía 
el paño de su propia eternidad
en el humo errátil del insustituible cigarrillo
enredándose en las trampas de sus dedos
desnudos,
en el musgo revuelto de su pecho
en volutas confundidas
con alguno que otro
sueño.

Hablo de ese cuerpo de hombre,
Cortázar –o Julio.

Hablo de un cuerpo en ciernes,
de una llave,
de un oscuro territorio de preguntas.

Hablo del precipicio y del estruendo,
del bosque de mala fama en el que
decidió Caperucita traspapelar su inexperiencia.

Hablo de la tela portentosa que envuelve
los desvelos y las charlas demoradas,
de las columnas inconmovibles que apuntalan una búsqueda,
de un rumor de cascada contenida en un cofre de terciopelo y mora,
de jazmín y ámbar.

No es sólo un hombre
desnudo
el hombre que desnudo ocupa el otro lado de mi cama.

Es el hombre por sí,
el padre de mi cuerpo
que sin su desnudez sería una laguna tan menguada,
una luna desasida en el relumbre,
la rubia soledad de la duna entumecida.

Hablo del que hoy hace de su cuerpo
herramienta de carne que me tañe,
y hace posible que me encuentre
en este cuerpo
desnudo
con talla de mujer.

Silvia Piccoli – febrero 14, 2013 

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