No recuerdas
la noche ni el instante,
ni la
luz, ni el lugar, ni las palabras,
ni el
motivo, ni las gentes, ni el detalle
del
aire inmóvil y la luna clara.
Ni
recuerdas que en tus ojos turbios
brilló
un destello feroz de puñalada,
ni que
mi mano se durmió un segundo
cobijada
entre tus manos, lánguida.
Fue un
momento fugaz, imperceptible
para el
mundo que más allá rodaba
su
rutina de tedio previsible:
una
partícula de tiempo postergada
en el
vaivén de un reloj irreversible
en que mi
alma se encadenó a tu alma.Silvia Piccoli - 2010
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