.I.
ella iba
sin permiso de vivir
al tiempo detenido
en su destiempo
no vio
el indicio:
los dedos ávidos del viento
ceñían su pañuelo
caminaba
entre ella y su sombra
cobardemente
un miedo
sordo y ciego
mudo no fue, el miedo,
porque vino
en un río
de alaridos,
en estruendo
ráfagas cargadas
de tambores y metralla,
fuego
negro
humo
negro
cielo negro en llamas
y después
silencio…
ese silencio
ciego y mudo,
sordo
también,
silencio muerto
ella iba
delante el camino
era de flores;
hacia atrás
cavaba
cementerios
el niño de su mano
jugando con fantasmas
a escondidas entre
escombros
nunca sabrá que futuro
es algo más
que una palabra
y primavera
el tiempo cierto
de otros
hemisferios…
Silvia Piccoli - 2011
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