Llegó lenta
tu marea nocturna
en la Luna
encrespada.
Lenta y sabia,
tu marea
sabía
de mi arena desnuda,
de mis arrecifes
y mis hondonadas,
de mis anémonas
y mi
madreperla.
Vino
en oscura
música
henchida de presagios
-como una
vela
azul
en plena madrugada-
a mi muelle blando
insaturado
de peces y de algas.
Y fue vaivén
de mar
tu tormenta encontrando
mis bajeles,
tu viento
insuflando mi garganta,
tu beso
de vórtice y naufragio,
y mi abismo
y tu océano,
mi sirena y tu playa…
Silvia Piccoli – 4 julio 2012
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