Uno sale a la calle con ciertas ideas. Da por sentado –por ejemplo- que una puerta jamás se abrirá sobre el vacío. O que al verano sucederá el otoño, y que la flecha indica el sentido del tránsito.
Pero de pronto ocurre que una voz susurra una sentencia y una mirada triste intercepta tu mirada.
Entonces, acaban las certezas y se diluyen las referencias.
Te arrastra el vértigo de la traición, del pecado.
Y te asomas al borde del cielo, con las manos vacías.
Silvia Piccoli - 2012
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