Sólo cuando tañen dejan
de estar tan solas.
Y por eso tañen.
Frías y mudas,
todo lo ven y todo lo recuerdan
(todo lo vieron ya y lo verán mañana,
aun cuando el empedrado
y las novias
y las palomas sean
humo y viento).
Convocan y
destruyen la tarde susceptible.
Llaman a gloria cuando no existe gloria
y a difuntos
cada vez que a los vivos se les antoja
recordarlos.
Los ecos
ansiosos dibujan espirales
y nubes
en las que nadie anida,
y mueren en algún sitio conocido sólo
por esos seres improbables
que una vez un hombre
quiso llamar ángeles.
Que callen las campanas:
ni muertos
ni liturgias
ni penitencias
ni esponsales
sustituyen el susurro imponderable
del silencio.
Silvia Piccoli – Marzo 2013
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