En el lugar preciso
a la hora exacta
el viento en contra
el resplandor sobre la espalda
el silencio entre los árboles
los sabuesos merodeando
los límites difusos de la vida
la traición haciendo
su trabajo
¡y él sin velar las armas!
el pecho siempre
predispuesto,
los ojos abiertos
ávidos de azul,
el corazón sin miedo,
la sangre ya tranquila
en el minuto final:
ese minuto
que justifique todas
las batallas;
y el estampido
allí,
anónimo y desnudo
en ese recóndito lugar,
esa maldita hora
señalada…
Silvia Piccoli – Enero 2012
Silvia!!!!!! los ojos abiertos ávidos de azul! Me llenó el alma!
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